¿Qué finalidad tiene este Blog?
El objetivo principal es acercar la PSICOLOGÍA (sí, con mayúsculas) a través del desempeño profesional, la información veraz, y las nuevas tendencias en la ciencia que estudia el COMPORTAMIENTO HUMANO
martes, 20 de noviembre de 2012
Las diez frases que nunca deberías decirle a tu jefe (bajo ningún concepto)
Gran parte de tu futuro laboral depende de que seas capaz de cumplir con los objetivos y ofrecer lo mejor de ti (y un poco más), sí, pero también y ante todo, de que sepas comunicarte con tu jefe. Algo que podría parecer en apariencia sencillo (¿no hablamos acaso el mismo idioma?) pero que con demasiada frecuencia da lugar a un gran número de problemas, en cuanto que las aspiraciones de patrón y empleado son diferentes, sus requerimientos distintos y, quizá, los sobreentendidos de cada cual sean diferentes. Una frase a destiempo puede acabar con el trabajo de años en apenas unos segundos. En demasiadas ocasiones, todo surge de un calentón inapropiado, pero también de tomarse demasiada confianza con el que al fin y al cabo sigue siendo tu responsable.
Hay que recordar en todo momento que la jerarquía empresarial sigue existiendo aunque la amistad y el colegueo la hayan hecho desaparecer. Como señala Darcy Lewis en un artículo publicado en Biomedical Instrumentation & Technology llamado Managing Upward: Maximizing Effectiveness with Your Boss, las pautas que se debe seguir en la relación con el superior son una comunicación clara (“entiende cómo y de qué manera quiere relacionarse su jefe contigo”), reconocer los méritos de los superiores (“la retroalimentación sincera siempre es bien recibida”), distinguir lo que es importante (“las prioridades de tu jefe son tus prioridades”) y saber cuándo es momento de callarse (“sé diplomático y evita las rencillas de largo plazo”).
Igualmente, hay tres tipo de mensajes que nunca causan buena impresión y que debes tener presente antes de abrir la boca porque pueden costarte restar puntos o, peor aún, ser despedido, aunque en ocasiones puedan matizarse. En primer lugar, que a tu jefe (es decir, a la empresa) no le importan tus problemas personales y cómo interfieren en tu trabajo, si esto sirve de excusa para no rendir como es esperado. En segundo lugar, recuerda que se espera lo máximo de ti, y cualquier tipo de mensaje en el sentido contrario puede ser le tal (si no es así, probablemente hagan bien en buscar otra persona que te sustituya y sí sea capaz de responder a las expectativas). Y en tercer y último lugar, no se debe dar pie, bajo ningún concepto, a una respuesta letal por parte de tu jefe. Pero, ¿cuáles son las frases que tan a menudo se oyen, y que resultan especialmente dañinas para la reputación del empleado.
–“No me pagan por hacer esto”. Estás sirviendo en bandeja que te respondan “a partir de ahora, no te pagaremos por hacer ni esto, ni nada”. Aunque dibujar las fronteras de manera clara es imprescindible en caso de que sientas que tu superior se está extralimitando contigo y tus funciones, utilizar la soberbia para solucionar la situación nunca es buena idea. En parte, porque la mayor parte de ocasiones no es tu jefe inmediato el que tiene la culpa de las funciones que desempeña cada trabajador, pero sí el que debe afrontar la responsabilidad de un trabajo fracasado o retrasado. Y en parte, porque puede ser que efectivamente sí te paguen por hacer eso que no quieres hacer.
–“Es imposible”. Si se te exige llevar a cabo una determinada labor, por difícil que pueda parecer, es preferible que sea la dura realidad y los plazos los que se impongan en la situación a que sea la incompetencia, o directamente, las pocas ganas de afrontar los retos del trabajador las que lo haga. Advertir antes de ponerse en marcha que algo no se puede hacer es una forma de decir que ni siquiera lo vas a intentar, o peor aún, que careces de las competencias necesarias para hacer tu trabajo. Y si es así, ¿para qué debería confiar la empresa en ti en el futuro?
–“Tenía un mal día”. Las excusas para justificar una mala decisión o una equivocación, por injusto que pueda parecer, no le interesan a tu jefe, aunque sean de peso y tengas una buena razón para esgrimirlas. Una de las características del empleado perfecto es conseguir que las circunstancias no influyan en tu rendimiento a diario, por lo que echar la culpa a los factores externos es una manera de señalar nuestra propia falta de control y asunción de responsabilidades. ¿La solución? Propón alternativas, busca soluciones y afronta las consecuencias. No, con decir “lo siento, no volverá a ocurrir” no es suficiente
–“Estoy ocupado, pídeselo a otra persona”. La primera parte puede ser correcta, la segunda siempre está equivocada. Si se ha de realizar determinada tarea y eres el elegido, alguna buena razón debe haber detrás de determinada decisión. Y si no es así, lo máximo que puedes hacer es señalar, con la máxima corrección posible, que tienes tareas urgentes que llevar a cabo y que si quieres que se realice rápido quizá sea mejor liberarte de alguno de los dos trabajos. En definitiva, plantear de manera realista tu agenda y tus exigencias. Además, ser un hombre multitarea, por fatigoso que pueda resultar, ya no es una virtud, sino una obligación.
–“Qué nochecita la de ayer”. ¿Qué mensaje estás enviando? Desde luego, no es el de “soy una persona muy activa socialmente cuyos compromisos laborales le llevan a permanecer despierto hasta altas horas de la madrugada en bares de dudosa reputación”, sino más bien un “soy un juerguista, no me exijas mucho hoy que estoy cansado”. Cualquier petición de relajarse por un día no será vista con buenos ojos, especialmente si no se debe a una causa de fuera mayor; un buen jefe es consciente de cuándo existe un problema y que quizá no sea el día más indicado para requerir determinadas cosas.
–“Qué guapa era la rubia con la que te vi el otro día, ¿no?” Aunque las formas de trabajo modernas obliguen a convivir durante muchas horas con otros empleados y superiores, dentro y fuera del trabajo (si es que tal diferencia puede aplicarse ya), ello no quiere decir que las fronteras entre la vida personal y la laboral hayan desaparecido. Por lo tanto, es fundamental mantener un cierto sentido de la privacidad, especialmente en los campos más sensibles y en lo referente a aquella información que sólo tú conoces y que puede ponerte en entredicho. Asunto diferente es, obviamente, interesarse por la salud de la familia del encargado o realizar un esperado cumplido, que nunca está de más.
–“No sé si me gustaría hacer esto toda la vida”. Si tienes dudas acuciantes sobre tu futuro, y así se lo haces saber a su superior, es posible que él tenga aún más dudas que tú, y por lo tanto, prescinda de ti antes de que hayas tomado tu decisión definitiva. Plantear la posibilidad de abandonar el trabajo en el medio plazo puede tener consecuencias devastadoras la próxima semana, así que si tienes reservas, guárdatelas hasta que estés seguro de hacia dónde quieres orientar tu vida, no vaya a ser que todo sea producto de un capricho temporal. Otra variante letal: “Seguiré aquí hasta que salga algo mejor”. ¿Mejor que tu querida empresa? No, hombre, no, eso no existe.
–“Lo haré si me das dos días de vacaciones”. Pase lo que pase, hay algo que todos debemos tener en mente: por mucha retórica que se utilice para embellecer el mundo laboral y sus exigencias y recompensas, tu salario es el pago que recibes a cambio de estar disponible para tu empresa y cumplir con tus objetivos. A partir de ahí, poca vuelta de hoja existe. Negociar unas ventajas que favorezcan a todas las partes es consustancial a la dinámica de cada sección, pero intenta que tus peticiones no suenen como un chantaje. Porque, al fin y al cabo, los chantajes sólo pueden realizarlos el que tiene la sartén por el mango, y ese generalmente nunca es el trabajador.
–“Fácil, esto lo hace cualquiera”. Puede que tu jefe ya lo sepa, o simplemente lo sospeche, pero explicitarlo de manera verbal quizá no sea la mejor forma de promocionar tu labor en la empresa. La lógica es implacable: si lo puede hacer cualquiera, es posible que otro que cobre menos que tú también lo pueda hacer. Además, piensa en qué lugar quedarías si ese trabajo que puede hacer cualquiera no queda todo lo bien que debería. Por otra parte, todos los jefes sospechan que un empleado que se aburre en el trabajo es lo mismo que un trabajador desmotivado, es decir, un empleado improductivo.
–“Es culpa de mi compañero, no mía”. En un alto grado, es bastante probable que así sea, pero culpar de manera directa a otro trabajador implica dos cosas: que no aceptas tu parte del fracaso, por pequeña que sea, y que además, estás dispuesto a traicionar a un compañero sólo por salvar tu cuello. Es preferible explicar la situación de manera fiel sin ofrecer embellecimientos donde salgas especialmente bien parado y ofrecer soluciones concretas. Además, hablar mal de un compañero a sus espaldas es la muestra más clara de que nadie está a salvo de tus críticas, y el camino más corto a perder credibilidad delante de tu entorno.
–“¿Cuál es tu cuenta de Facebook?” Una de las características del empleo moderno es convertir (o intentar convertir) el lugar de trabajo en un espacio más horizontal, donde todas las ideas son bienvenidas y todos puedan aportar su grano de arena. Ello implica, entre otras cosas, que jefes y subordinados mantengan una relación mucho más estrecha y fluida… Hasta cierto punto. El superior es siempre un superior, por mucho que sea un amigo, así que intentar acceder a su información personal en las redes sociales puede ser visto como una situación violenta. Por otra parte, ¿no sería preferible reservarte esas fotos nocturnas sólo para ti y tus amigos de fuera?
–“Puf”. Hay varios momentos en los que un gesto inapropiado, una queja sutil o un suspiro no son especialmente indicados: cuando se te requiere hacer un trabajo concreto, cuando se exige una mayor productividad o se solicita un cambio de enfoque. Es decir, cuando se pide una puesta en marcha. Es en ese momento en el que se espera una respuesta proactiva, cuando obtener una mueca o un signo de desinterés es la peor reacción posible, y el signo más claro de que ni se puede ni se quiere llevar a cabo la empresa requerida. A veces, no decir nada es decirlo todo.
sábado, 17 de noviembre de 2012
Los seis hábitos que te pueden convertir en un jefe extraordinario
El liderazgo y la gestión de equipos son capacidades que no pueden aprenderse más que con el tiempo y a base de pruebas de ensayo y error. Cada empresa, como cada grupo de trabajadores, tiene sus propias peculiaridades a las que cada jefe debe saber amoldar a sus necesidades para sacar el mejor partido en base a unos objetivos previamente definidos. Para lograr el éxito cada maestrillo tiene su librillo y lo guarda celosamente como su mayor tesoro. Descubrir las principales claves de estos secretos es a lo que se ha dedicado durante las dos últimas décadas el escritor y columnista Geoffrey James (premiado por la American Society of Business Publication Editors), que recientemente ha publicado Bussiness to Bussiness Selling. Estas son las seis reglas básicas más comunes para liderar un grupo y que el autor ha extraído después de entrevistarse y observar a numerosos ejecutivos de éxito:
No crear estrellas. Uno de los errores más habituales de un jefe es convertir a un empleado en la ‘estrella’ del equipo, ya se han por cuestiones objetivas o subjetivas. Al destacar a algunos miembros del grupo sobre otros, contribuirá a crear una sensación de incompetencia y falta de valoración en los demás que influirá negativamente en su rendimiento. El reconocimiento y la atención deberá fluctuar y no concentrarse siempre en las mismas personas. A corto plazo estas actitudes pueden generar competitividad entre el grupo, pero a largo acabará desmotivando a aquellos que no sean las “estrellas”, es decir, a la mayor parte de los trabajadores.
Los buenos líderes deben ser capaces de coordinar individualmente los objetivos de cada trabajador para incardinarlos con los objetivos generales del grupo y lograr una buena cooperación entre ellos. Por eso no se debe premiar personalmente a cada trabajador, sino al grupo en su conjunto.
No dar oportunidades infinitas a los inadaptados. Los responsables de recursos humanos no siempre aciertan en el proceso de selección y se contratan a perfiles que no acaban encajando en el equipo. Cuando esto ocurre es inútil seguir dando oportunidades sucesivas al trabajador con la falsa esperanza de que mejore a corto plazo, porque ralentizará al resto del grupo, disminuirá su rendimiento e incrementará la carga laboral de los demás generando un mal ambiente en el grupo. Los grandes gestores deben tener la capacidad para monitorizar el rendimiento de su equipo y proporcionar las herramientas necesarias cuando algún miembro está por debajo de la media. En los casos en los que la ayuda proporcionada no cause efectos a corto plazo es inútil insistir. Lo mejor será recolocar al empleado en un puesto que se adapte mejor a sus capacidades o prescindir de él.
Asesorar al grupo, pero no interferir en su trabajo. Estar constantemente interviniendo y matizando de forma obsesiva pequeños detalles solo provocará desmotivación y ralentizará el trabajo del grupo. La principal responsabilidad de un líder debe ser dejar a los empleados desarrollar su trabajo y asesorarlos solo cuando sea estrictamente necesario o ellos mismos lo soliciten. Los buenos ejecutivos reconocen que la excesiva intromisión impide a sus empleados que saquen lo mejor de ellos mismos. En lugar de pensar estratégica y globalmente, se centrarán en simples detalles técnicos.
Los trabajadores son lo primero. Algunos ejecutivos prestan mucha atención a sus clientes, inversores o a su propia carrera pero ninguna a los empleados. En este ranking de prioridades, los empleados se quedan en el último lugar provocando que no se impliquen ni se identifiquen con el proyecto, puesto que si nadie se preocupa por ellos, ellos acabarán también por despreocuparse de sus funciones.
Lo ideal es colocar a los empleados al mismo nivel que los clientes e inversores o incluso antes porque, al fin y al cabo, son los que realmente crean valor añadido y son el motor de la empresa. Si ellos perciben esta responsabilidad y actúan en consecuencia, serán quienes impulsen la carrera del gerente, por lo que ya no tendrá que centrarse tanto en él mismo, sino en su grupo de trabajadores.
Priorizar la gestión en lugar de la cuenta de resultados. En muchas ocasiones los gestores pasan más tiempo centrándose en las cuentas de resultados y en las estadísticas que en propiciar la gestión adecuada para que obtener esos resultados. Las cifras solo son un historial de que lo que se ha hecho en el pasado, por lo que la mejor forma de mejorarlas no consiste en analizarlas una y otra vez, sino en activar los mecanismos e imprimir la motivación necesaria en el grupo.
Hacer preguntas en lugar de dar órdenes. La mayoría de los jefes piensan que su trabajo solo consiste en dar el mayor número de órdenes posibles a sus subordinados. Sin embargo, cada vez que se dan unas pautas cerradas a un empleado, este perderá una fantástica oportunidad para pensar por sí mismo y crecer laboralmente. Cuando se actúa en base a una orden o cumpliendo unas directrices muy estrictas nunca aprenderán a hacer las cosas por ellos mismos. La labor de un buen gerente consiste en hacer las preguntas necesarias que hagan reflexionar al trabajador el porqué de las cosas y a que desarrolle sus propias ideas.
domingo, 9 de septiembre de 2012
LA COMUNICACIÓN DEL CAMBIO ES EL FACTOR DE ÉXITO MAS CRÍTICO
(Seguimos con las listas, esta entrada es muy corta, pero muy interesante, ya sabéis "lo bueno si breve..")
Diez pasos para transformar su compañía
1. Establezca una sensación de urgencia y necesidad por el cambio.
2. forme una alianza poderosa para dirigir el cambio
3.Cree una visión
4. Comunique la visión
5. Involucre a los demás a actuar conforme a la visión
6. Traslade las visiones a decisiones.
7. Planee éxitos a corto plazo durante la implementación del cambio
8. Consolide las mejoras y haga que le ayuden a seguir produciendo cambio
9. Institucionalice el cambio y adóptelo como algo habitual
10. Monitorice todo el proceso para poder aprender del cambio producido
Diez pasos para transformar su compañía
2. forme una alianza poderosa para dirigir el cambio
3.Cree una visión
4. Comunique la visión
5. Involucre a los demás a actuar conforme a la visión
6. Traslade las visiones a decisiones.
7. Planee éxitos a corto plazo durante la implementación del cambio
8. Consolide las mejoras y haga que le ayuden a seguir produciendo cambio
9. Institucionalice el cambio y adóptelo como algo habitual
10. Monitorice todo el proceso para poder aprender del cambio producido
viernes, 7 de septiembre de 2012
HABILIDADES DIRECTIVAS.
30 Habilidades para el desarrollo de un liderazgo efectivo.
Esta entrada del blog tiene como objetivo proporcionar una
guía de 30 habilidades principales que todo profesional debe tener y que le
permitirán desarrollar un liderazgo efectivo en su quehacer cotidiano.
PLANIFICACION
1. Liderazgo
2.
Planificación Estratégica
3.
Planificación Operativa
4.
Objetivos
5.
Indicadores
EJECUCION
6. Delegación
7.
Saber decir NO
8.
Gestión de proyectos
9.
Toma de decisiones
10.
Gestión de Conflictos
11.
Gestión del Tiempo
12.
Gestión de Reuniones de Trabajo
13.
Gestión de Correos Electrónicos
14.
Gestión del Teléfono Móvil
15.
Escucha Activa
16.
Asertividad
17.
Presentación en Público
18.
Felicitación
19.
Amonestación
20.
Gestión del Conocimiento
21.
Gestión de la Diversidad
22.
Gestión del Emprendimiento
23.
Habilidades Digitales
SEGUIMIENTO,
EVALUACION Y MEJORA
24.
Seguimiento de indicadores.
25.
Seguimiento de Tareas y Proyectos.
26.
Evaluación del Desempeño.
27.
Mejora Continua.
28.
Gestión de la innovación.
29.
Innovación Abierta.
30. CONCILIACION DEL TRABAJO
Decálogo para
fracasar como directivo
1.
Olvide sus orígenes y los de su organización
2.
Supervalore el conocimiento que ha adquirido en
el “master” y minusvalore la experiencia de otros.
3.
Esté visible y dé muestras de que trabaja mucho
4.
Sea autoritario, ejerza su poder
5.
Genere sentimientos de culpa y gestione mediante
el miedo
6.
Cuide su oratoria, las palabras son muy
importantes, y gestione siguiendo su instinto
7.
Sea hipercínetico
8.
No comparta lo que cree merecer
9.
Cuanto menos educado, mejor
10.
Desempeñe el papel de actor dramático
Un empresario de éxito desvela las 9 cosas que motivan más que el dinero
Ilya Pozin fundó su primera compañía, Ciplex, con solo 17 años. La empresa, que se dedica a asesorar en el terreno digital a pequeñas empresas y start-ups, tuvo un enorme éxito, pero en 2010 Pozin decidió dejar su puesto como CEO y contratar a un nuevo jefe, para poder enfocarse en la creación de nuevas empresas.
En una entrada de su blog, Decoded, en la revista Inc., Pozin reconoce que no tenía la habilidad suficiente para motivar a los empleados y por ello dejó paso a un nuevo CEO, Josh Krane. Éste le enseño que el dinero no es lo que motiva a los empleados, sino una serie de comportamientos, que deben surgir de la cabeza visible de la empresa. Estos son los nueve consejos para motivar a los empleados que, según Krane, van a llevar a la empresa a crecer y mejorar.
1. Ser generosos con los elogios
Según Pozin a todos los empleados les gusta recibir cumplidos, y es una de las cosas más fáciles que se pueden ofrecer. “Un elogio del CEO llega mucho más lejos de lo que puedas pensar”, asegura Pozin. En opinión del empresario es recomendable elogiar cualquier actitud positiva de un miembro del equipo, y sí es delante del resto de sus compañeros, mejor.
2. Deshacerse de los gerentes
Parece arriesgado que un proyecto salga adelante sin un gerente, pero Pozin asegura que es posible. Esto hace que los empleados trabajen en equipo, y no tengan que estar pendientes de avisar de todo lo que hacen a una persona.
3. Hacer que sientan que las ideas son suyas
Pozin está convencido de que la gente odia que le digan siempre lo que tiene que hacer. Lo mejor, según el empresario, es hacerles sentir que lo que hacen ha sido idea suya (aunque en realidad estén haciendo justo lo que querías).
4. No criticar ni corregir
“Nadie quiere escuchar que ha hecho algo mal”, explica Pozin, y asegura quecriticar a la gente es la mejor manera de desmotivarles. Lo mejor es abordar los problemas de forma indirecta, dentro de una conversación normal y pausada en la que se trate de analizar lo que se ha hecho mal, pero sin echar la culpa al empleado.
5. Hacer que todos se sientan líderes
El empresario recomienda resaltar la excelencia de los empleados más aventajados, invitándoles a que sean un ejemplo para los demás. Así se sentirán motivados, sintiéndose verdaderos líderes.
6. Llevar a los empleados a comer
No se trata de llevar a toda la empresa a un restaurante todas las semanas.Pozin anima a que los jefes sorprendan a sus trabajadores llevándoles a comer, personalmente, y sin previo aviso. Parece violento, pero el empresario asegura que funciona, y es una manera sencilla de mostrarles que estás agradecido por su trabajo.
7. Repartir pequeños regalos
Pozin recomienda hacer pequeños concursos internos, realizar cenas, trofeos, dar placas… Cualquier cosa que anime a la gente.
8. Organizar fiestas de empresa
En un consejo propio de Michael Scott –arquetipo de jefe popularizado en la serie The Office– Pozin recomienda organizar todo tipo de actividades en grupo: picnics, fiestas, excursiones… El empresario recomienda organizar eventos durante todo el año, que recuerden a los empleados que forman parte del mismo equipo.
9. Compartir los éxitos (y los fracasos)
Pozin no se refiere a que todos los empleados deban recibir parte de los beneficios económicos de la empresa, sino que deben estar al tanto de las cosas que se hacen bien en la misma. Si ocurre algo bueno en la empresa (un nuevo contrato, un buen balance o un premio) es importante celebrarlo con todos los empleados. También los empleados deben saber si algo ha salido mal. “Sé honesto y trasparente”, espeta Pozin como alegato final.
jueves, 6 de septiembre de 2012
Las quince frases hechas más manidas sobre emprendedores
Con el discurso emprendedor de moda, la Red se llena de consejos para posibles y futuros emprendedores: manuales, decálogos, libros... cualquier formato vale para establecer las nuevas Biblias para los emprendedores.
No le quitamos mérito a estos manuales, que, evidentemente, pretenden ayudar. Sin embargo, el mundo del emprendimiento está lleno de consejos y frases hechas que no tienen por qué ser ciertas. He aquí algunos ejemplos:
1.- "Piensa en grande; hay que actuar a nivel global". Es una gran frase, pero no (siempre) tiene por qué ser así. Si te has propuesto crear un producto que revolucione el mundo, efectivamente, tendrás que pensar en grande. Pero si tus necesidades realmente no eran tan exigentes y tus aptitudes no eran tan numerosas, quizá te la pegues y te acabes frustrando.
2.- "Ser el primero es imprescindible". En ocasiones se dice que, si eres el primero en traer un modelo de producto o negocio a tu país, serás el que se lleve el gato al agua. Llegar el primero ayuda, qué duda cabe, pero lo importante es la gestión. Puede que otro haya llegado antes que tú, pero tú lo sepas hacer mejor. Lo importante no es llegar el primero, sino llegar bien.
3.- "Si no tienes competencia, mejor". En conexión con lo anterior. A lo mejor tener mucha competencia te echa para atrás, pero piensa que, si hay más gente haciendo lo mismo que tú, es porque funciona y hay nicho. Lo que debería preocuparte es que nadie haga lo mismo.
4.- "El mercado no estaba preparado para un producto tan innovador".En conexión con las dos anteriores. Es probable que hayas lanzado en tu país algo que aquí todavía no puede triunfar, pero a menudo esta frase se convierte en una excusa para justificar tu fracaso. Quizá el mercado sí estaba preparado, pero tú lo has hecho mal.
5.- "No te asocies con tus amigos". Quizá sea la frase más cierta. Emprender con amigos no solo puede ocasionarte una bancarrota (igual que sin ellos), sino también varias amistades. Sin embargo, el problema no es que tus socios sean amigos, sino que esos amigos no sean lo suficientemente buenos profesionalmente y pretendas suplir esa carencia con la buena relación que tenéis. No busques amigos que sean socios, sino socios que puedan llegar a ser amigos.
6.- "Para emprender a lo grande, tienes que irte a Silicon Valley". Está claro que Silicon Valley te dará un flujo inmenso de oportunidades. Sin embargo, no sale barato irse allí. No te obsesiones con hacer las Américas y piensa si te sale rentable ese desembolso o si tiene realmente sentido irse allí.
7.- "Busca financiación antes de lanzarte". Lo ideal, evidentemente, es conseguir financiación antes de salir, pero, a menos que seas un emprendedor conocido, no te resultará fácil. Si tu producto no es demasiado caro, prueba a lanzar tu producto. Si funciona, quizá entonces lleguen los inversores.
8.- "Si en Estados Unidos no funciona, aquí tampoco". Esta frase la escucharás, sobre todo, de posibles inversores. Intentar comprobar que algo ha funcionado en otros países antes que en España no es una mala estrategia, pero tampoco es un mandamiento. Cada país tiene su idiosincrasia; las cosas que no funcionan fuera, quizá funcionen en España (y viceversa).
9.- "No gastes mucho dinero en sueldos; ofrece acciones a cambio".Es una práctica que se suele aplicar mucho a la hora, sobre todo, de contratar programadores, a los que cautivar con tu sensacional idea. Sin embargo, un programador sabe mejor que nadie que una idea sin implementar, vale cero, y no tiene por qué compartir tu pasión y tu trabajo a cambio de unas acciones que podrían no valer nada. Si quieres un buen empleado, págale como Dios manda.
10.- "Cuando emprendes, tú eres tu propio jefe". Esto puede ser verdad... o ser la mayor mentira del mundo. Dependiendo de tu modelo de negocio o tu sector, no tendrás ningún jefe o tendrás 300. Tus proveedores, tus clientes, tus socios, tus inversores... A veces tendrás más jefes de los que te gustaría.
11.- "El networking es imprescindible; ve a todos los eventos que puedas". Efectivamente, es importante dejarte caer por eventos en los que relacionarte con inversores, clientes u otros emprendedores. Sin embargo, no vayas absolutamente a todos, intenta seleccionar los que más te convengan. Si te pasas todo el día fuera de la oficina puedes parecer un profesional de los eventos. Y eso no te dará buena imagen.
12.- "Los emprendedores son los únicos que levantan el país". Esta frase, además de pretenciosa, es falsa. Los emprendedores son los que levantan las cifras de empleo y crean riqueza en nuestro país, pero tampoco es necesaria una alfombra roja. Cada cual hace su parte: recuérdalo la próxima vez que tengas que ir a un hospital o que tu hijo vaya al colegio.
13.- "El que vale, emprende; el que no, trabaja por cuenta ajena". En conexión con lo anterior, otra frase pretenciosa. Es maravilloso que solo concibas tu vida emprendiendo, pero los demás no tienen por qué pensar lo mismo que tú. Hay excelentes profesionales a los que no les da la gana emprender y, sin embargo, hacen un trabajo excepcional dentro de las empresas.
14.- "No puedes hacer cien proyectos a la vez; tienes que centrarte en uno". Desde luego, sería lo ideal, pero si crees que con tu primer proyecto te harás rico, seguramente te la pegues. Cuando emprendes, hay un porcentaje de probabilidad bastante alto de que la cosa no funcione. No des la espalda a otros posibles proyectos.
15.- "Lee libros que te motiven". No, por Dios, no lo hagas. Los títulos del tipo 'Diez consejos para tener éxito' o 'La fórmula para hacerte rico' deberían estar desterrados de tu biblioteca. Si quieres leer libros motivacionales, que sean títulos serios y escritos por gente que haya emprendido.
No te fíes de los decálogos del éxito. (Tampoco de éste.)
martes, 28 de agosto de 2012
Criticar a la empresa provoca rechazo entre los compañeros
Los rumores negativos en el trabajo crean un clima laboral adverso. (Corbis)
LA INCERTIDUMBRE INCREMENTA LA INSATISFACCIÓN
Los compañeros de trabajo más detestados e impopulares entre el resto de la plantilla son aquellos que hablan mal de la empresa. Esta es la principal conclusión del estudio Do I want to know? How the motivation to acquire relationship-threatening information in groups contributes to paranoid thought, suspicion behavior, and social rejection dirigido por el profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia Karl Aquino y que ha sido publicado en la revista científica Organizational Behavior and Human Decision Processes. Las críticas infundadas sobre la política organizacional y el intento de extender rumores negativos entre los colegas producen un efecto que se vuelve contra la propia persona que trata de crear un mal ambiente entre los compañeros, advierte el investigador.
Estas actitudes menoscaban tanto la credibilidad como la confianza del resto de compañeros, hasta el punto de que acaban percibiendo a estas personas como enemigos potenciales si su afán por intoxicar a los demás es continuo. El estudio se refiere a este tipo de personas como “paranoicas laborales” ya que para ellos, cualquier cambio cotidiano o pequeña novedad en la organización representa siempre una potencial amenaza para los intereses de la plantilla. Es decir, siempre recalcan la parte negativa de cualquier cosa, aunque sea inventándose los argumentos.
Una desafección basada en la amenaza de despido
Elisa Sánchez, psicóloga y consultora de Recursos Humanos en Idein, explica que estas actitudes son más frecuentes en entornos laborales en los que falla la comunicación interna. “La falta de transparencia y el afán por ocultar los problemas sólo fomenta la incertidumbre entre los trabajadores”, lo que daría pie a los rumores y elucubraciones normalmente negativas, explica la psicóloga. El fomento de los liderazgos es otra de las formas de luchar contra este fenómeno cada vez más extendido.
En el actual contexto económico la percepción de la amenaza de despido ha aumentado y paralelamente la insatisfacción de los trabajadores, que expresan su antipatía mediante este tipo de actitudes. Concretamente, el 30% de los empleados de España está considerando seriamente dejar su empresa, casi un 10% más con respecto a 2006, según el estudio What's Working,elaborado por la empresa Mercer.Uno de cada tres trabajadores no está satisfecho con su trabajo
Este fenómeno es más acusado entre los empleados jóvenes, de 25 y 34 años, cuyo porcentaje de intención de abandono aumenta hasta el 38%. Otra de las cifras alarmantes de esta encuesta es que un cuarto de los españoles reconocen mostrarse apáticos en el trabajo. En los contextos de crisis, estas actitudes se reproducen más intensamente, pero ya no solo en el ámbito laboral, sino también en el familiar o social, centrándose solamente en los aspectos negativos.
Cómo evitar el contagio
El profesor Aquino explica que, según los resultados de la investigación, “los trabajadores deben hacer todo lo posible por que las interacciones con sus compañeros sean siempre positivas y que se ignoren los rumores negativos” para facilitar la convivencia y hacer más llevaderas las tareas que se realicen en grupo. Una defensa psicológica que con el tiempo se adopta mecánicamente, pues los compañeros acaban neutralizando estos comentarios y desconfianzas dejándolos así sin ninguna capacidad de influencia.
“Las emociones son contagiosas”, apunta Sánchez, pero hasta un cierto límite: “Cuando una persona es muy negativa o pesimista nos acabamos distanciando de ella, y si no es posible le prestamos la mínima atención posible porque somos conscientes de que nos genera malestar”. Para acabar con estas situaciones, la psicóloga recomienda echar mano de la inteligencia emocional, “una herramienta que no sólo es útil para los compañeros, sino también para la propia persona que se dedica constantemente a transmitir mensajes negativos”.Realizar comentarios negativos perjudica más a la propia persona que los hace
Saber manejar con habilidad los sentimientos “nos puede ayudar mucho a cambiar esa forma negativa de percibir la realidad, con posturas más neutras y optimistas”. No se trata, añade la psicóloga, “de ver todo de color de rosa y si algo está realmente mal negarlo, pero si solo nos centramos en buscar los fallos y problemas de una organización acabaremos encontrándolos porque nada es perfecto. Además, limitarse a identificar los aspectos negativos no contribuye a mejorarlos”. La crítica sistemática poco o nada aporta, por lo que estos perfiles deben diferenciarse de las personas exigentes, quienes sí tienen intención de corregir los errores y mejorar el funcionamiento de la empresa.
En el estudio se realizaron varios experimentos para llegar a estas conclusiones. En el primero de ellos, los investigadores descubrieron que los trabajadores más molestos para los demás y con más probabilidades de ser rechazados eran aquellos que se mostraban como víctimas y repetían constantemente el trato injusto que le dispensaba la empresa. En un segundo experimento, se comprobó que este tipo de trabajadores también son más propensos a espiar a sus compañeros utilizando métodos ilícitos como las escuchas telefónicas o husmear en los equipos informáticos ajenos.
En la tercera de las pruebas realizadas con los participantes del estudio se midió el grado de rechazo a los compañeros que recalcaban constantemente su desafección hacia la empresa en comparación con el resto de trabajadores. En concreto, los trabajadores comunes valoraron 3,5 veces más a los compañeros que se centraban en realizar lo mejor posible sus labores. Cuando se les preguntó a quién preferirían para trabajar en grupo, el grado de rechazo a los “paranoicos laborales” llegó a ser 16,5 veces superior que al resto.
Cuando los comentarios negativos transcienden a internet
Las críticas y los rumores infundados expandidos por los trabajadores insatisfechos no se circunscriben únicamente al ámbito laboral, sino que han dado el salto a las redes sociales, donde el daño a la imagen de la organización se puede multiplicar. Estas actividades están muy perseguidas en las grandes firmas y existen varios casos de despido por este motivo.La trasparencia y la buena comunicación interna son los mejores métodos para combatir estas actitudes
El pasado año un empleado de Apple en Reino Unido fue despedido por publicar en su cuenta de Facebook comentarios negativos sobre la empresa. El empleado presentó una demanda por despido improcedente, pero fue rechazada por un tribunal británico, ya que la política sobre medios sociales de Apple recoge que cualquier comentario negativo sobre la compañía o sus productos en redes sociales supone el despido por falta grave. En Francia ocurrió un caso similar con un trabajador de la fábrica de Michelin en Cholet, que fue despedido por criticar en internet sus condiciones de trabajo.
Recientemente, en España se produjo un caso similar con una trabajadora que fue destituida por la empresa Unipost, S.A tras utilizar un “lenguaje insultante y barriobajero” sobre la firma en un comentario de Facebook. El pasado 12 de julio el Tribunal Superior de Justicia de Murcia anuló el despido por improcedente.
El deterioro de la imagen de la empresa de cara a los clientes que pueden ocasionar estos comentarios en las redes sociales está llevando a un buen número de organizaciones a modificar sus políticas sobre los comentarios en internet estableciendo los límites sobre lo que los trabajadores pueden o no hablar.
miércoles, 4 de julio de 2012
Diferencias entre el Coaching y la Psicoterapía
Publicado por Eduardo
Díez y Pilar Morales Ibáñez en:
A menudo, en la práctica profesional del
coaching personal y en las conferencias divulgativas sobre el coaching, nos
encontramos con personas que no distinguen claramente la línea divisoria que
existe entre el coaching y la psicoterapia.
Por eso, con este artículo, queremos
contribuir a esclarecer las diferencias más destacadas que existen, desde
nuestro punto de vista, entre ambas disciplinas.
Para ello, recurriremos a la metáfora
del entrenador en el ámbito deportivo. Podemos pensar por ejemplo en Toni
Nadal, tío y entrenador del tenista Rafa Nadal. Pues bien, podríamos decir que,
en el ámbito del coaching personal, el coach es como un entrenador de vida, y
en el ámbito del coaching ejecutivo y empresarial, el coach es como un
entrenador para el desarrollo de las capacidades y habilidades individuales y
grupales de los ejecutivos empresariales y de los equipos de trabajo.
Como todos sabemos, en el ámbito
deportivo, el entrenador ayuda al atleta a conseguir su mejor marca, pero el
atleta ya posee los recursos físicos y psicológicos que necesita para
alcanzarla. El entrenador le ayuda a mantenerse enfocado en su objetivo, le
acompaña, le apoya, le exige; pone a su disposición sus conocimientos y su
experiencia como entrenador, incluso a veces, aunque no necesariamente, su
experiencia como ex-jugador, conectándole en todo momento con su potencial, y
ayudándole a desarrollar estrategias de pensamiento y de acción, que le ayuden
a conseguir la marca que se haya propuesto.
Sin embargo, si el atleta se lesiona, el
entrenador no es el profesional adecuado ni para diagnosticar, ni para curar la
lesión. Ese profesional será el médico. Pues bien, salvando las distancias
metafóricas, algo parecido ocurre con el coach y el psicoterapeuta, con el
coaching y la psicoterapia.
En el ámbito del coaching, trabajamos
con personas en situación de normalidad psicológica (ver “Nota” al final de
este artículo), con personas que tienen los recursos que necesitan para
alcanzar aquello que desean, aunque puede ocurrir que no sean conscientes de
ello, y en ese caso, el proceso de coaching les ayudará a descubrirlo. Por eso
podemos decir, que el coaching no se inscribe dentro del ámbito de la salud
mental, ya que trabaja con personas mentalmente sanas.
En cambio, al igual que ocurre cuando un
atleta se lesiona, si una persona no está en condiciones de normalidad
psicológica, el coach deja de ser el profesional adecuado para diagnosticar y
ayudar a sanar a su cliente. Quien debe realizar esa tarea es el
psicoterapeuta, psicólogo o psiquiatra. A no ser, claro está, que el coach,
posea además de su formación en coaching, alguna de las titulaciones
mencionadas: psicólogo, psiquiatra o psicoterapeuta.
En coaching trabajamos siempre centrados
en objetivos, trabajamos el cambio a través de la acción, invitando a las
personas a empezar a actuar de forma diferente, para conseguir resultados
mejores que los que han obtenido hasta el momento. A bastantes de nosotros, nos
resulta a veces dificultoso, empezar a hacer algo diferente y por tanto
desconocido y arriesgado, en soledad. Por eso la función del coach, consiste en
acompañar a las personas en ese proceso de cambio a través de la acción,
ayudándolas a conectar con sus recursos y sus capacidades, orientándolas hacia
las soluciones, y descentrando su atención del ámbito del problema, cuando el
hecho de concentrarnos más y más en él no nos ayude a resolverlo.
Pero todo ello sin muletas, porque un
deportista sano no necesita muletas, todo ello sin que el entrenador empuñe
junto con el tenista su raqueta, porque éste no lo necesita. El deportista sano
puede y debe responsabilizarse de sus propias acciones, y de las consecuencias
de las mismas, para aprender de ellas y orientarse hacia la excelencia.
Por otra parte, existen algunas
situaciones, en las que sería posible afrontar una situación de cambio desde
ambos enfoques, el de coaching y el terapéutico, por ejemplo, aquellas
situaciones para las que sean adecuadas orientaciones psicoterapéuticas tales
como la psicología positiva, la logoterapia (terapia del sentido de la vida), o
la psicología transpersonal. Pero no vamos a comentar aquí estos casos, porque
en este artículo pretendemos únicamente, contribuir a clarificar las
diferencias entre el coaching y la psicoterapia, y no centrarnos en los puntos
de encuentro que puedan compartir.
Así pues, apoyándonos en lo comentado
hasta aquí, presentamos a continuación un cuadro comparativo, en el que figuran
las definiciones del coaching y de la psicoterapia, de forma que se puedan
apreciar las diferencias más significativas existentes a nuestro juicio entre
ambas disciplinas, con la esperanza y el deseo, de que puedan ser de utilidad.
Diferencias entre el
COACHING y la PSICOTERAPIA (PSICOLOGÍA y PSIQUIATRÍA)
Nota. En este sentido
queremos señalar, que la línea que separa la normalidad de la anormalidad
psicológica, no es una línea definida sino difusa: todos tenemos áreas de
nuestra personalidad “tocadas”, o como denomina la psicología “neuróticas”. Sin
embargo no todos estamos “enfermos” psicológicamente. Como pasa en tantas áreas
de la vida, la normalidad psicológica no es tanto una cuestión cualitativa como
un asunto de grado, no es tanto una cuestión de blanco/negro como de diferentes
tonos de grises, aunque es bien cierto que algunos grises son muy oscuros
(psicosis maníaco depresivas) y otros grises lo son tirando al blanco (neurosis
moderadas y leves).
·
Pilar Morales Ibáñez. Coach
certificada y Didacta de la Asociación Española de PNL. Directora de Adaptic®.
Responsable técnico de las certificaciones internacionales en Coaching con PNL
impartidas por John Grinder (Co-creador de la PNL) en España y docente de
refuerzo en dichas certificaciones. Responsable del área de coaching de Pronokal®.
Advanced Coach Certificada por Asociación Internacional de Coaching con PNL.
Licenciada en Historia.
·
Eduardo Diez Psicólogo, psicoterapeuta,
coach, y formador de PNL desde hace más de 15 años. A lo largo de estos años ha
formado numerosas promociones de Practitioner, Master y Trainer en PNL, además
de haber impartido Seminarios introductorios y Cursos básicos de PNL, y otros
cursos especializados de PNL (salud, negociación, aprendizaje, etc.)
viernes, 1 de junio de 2012
"Muchos de los que mandan son posibles psicópatas"
Paula Delgado Labrandero en elconfidencial.com
EL TEST DE HARE, CLAVE PARA SU DIAGNÓSTICO
La estadística demuestra que el 4% de los líderes empresariales son psicópatas, lo que se traduce en que este trastorno de la personalidad es cuatro veces más frecuente en las altas esferas. "Esto demuestra que el capitalismo se está convirtiendo, poco a poco, en una forma de psicopatía". El periodista británico Jon Ronson, conocido por sus trabajos de investigación en el periódico The Guardian pero sobre todo por su libro Los hombres que miraban fijamente a las cabras –adaptado al cine en 2009 por George Clooney–, vuelve a cobrar protagonismo poniendo en tela de juicio la salud mental de los políticos y directivos de grandes empresas en su quinto libro.
¿Es usted un psicópata? (Ediciones B) relata la historia de un preso que supuestamente fingió una enfermedad mental para obtener una sentencia más leve, pero que sigue ingresado en un penal psiquiátrico porque ningún médico cree que esté cuerdo. Fingir una enfermedad y que te crean dificulta sobremanera volver a convencer de que se está cuerdo. "El que finge estar loco acaba obsesionado con dejar de parecerlo: no sentarse como un loco, no reírse como un loco... Por lo que acaba volviéndose loco de verdad", asegura el autor a El Confidencial.
Ronson explica que la historia personal de una amiga le impulsó a profundizar en el tema de la locura y por ende a escribir el libro. Mary se casó con un hombre que había conocido por internet y le dijo que trabajaba para la CIA. Tras siete años de matrimonio, Mary descubrió que cuando le decía que estaba en una misión secreta en Palestina, realmente estaba dos calles más abajo liado con su vecina. Y es que el psicópata es el mejor mentiroso porque no hay nada que le detenga. "No tiene remordimientos, no siente empatía, no se siente avergonzado... Así que no tiene ninguna razón para ser buena persona". Recuerda que cuando estaba investigando su historia habló con un psiquiatra que fue el primero en revelarle que las altas esferas están llenas de personas con estos rasgos, que son los causantes de la situación actual del mundo. "Y la mera sugerencia de que un trastorno mental sea tan poderoso y pueda causar este desastre mundial me fascinó", reconoce.
El test de Hare, clave para diagnosticar la psicopatía
Decidió entonces ahondar un poco más en el tema y ver qué hay de cierto y qué de mera especulación en la diagnosis de locura que tan felizmente se prescribe en el mundo entero. Un golpe de suerte le llevó a conocer a Rober Hare, un prestigioso psicólogo criminal que desarrolló el test estándar que diagnostica la psicopatía. La escala de evaluación incluye criterios como "locuacidad o encanto superficial", "concepto elevado de la propia valía", "mentiras patológicas", "ausencia de sentimiento de culpa" o "incapacidad para aceptar la responsabilidad de los propios actos".
La lista de Hare desvela las 20 características que comparten los psicópatas con aspectos como crueldad y falta de empatía, capacidad de engaño y manipulación, ausencia de remordimientos y sentimientos de culpa. Hare y Ronson llegan a la conclusión de que, si se les aplicara este test, muchas de las personas que ocupan puestos de responsabilidad en las altas esferas del poder político y económico serían consideradas psicópatas. El test también incluye las "instrucciones de uso": dos puntos por cada rasgo de la personalidad claro, un punto si sólo lo cumple a medias. "A partir de 29 ó 30 puntos, casi seguro que eres un psicópata. Por debajo de eso, puedes ser una mala persona pero no necesariamente un psicópata", especifica Ronson.
"Existe gente enferma que lleva algunos de los puntos al extremo, psicópatas moderados o mediocres, ese jefe cruel y despectivo, ese marido promiscuo y manipulador", asegura Ronson antes de precisar que "los psicópatas buscan el éxito, pero no necesariamente llegar a ser un magnate. Para muchos el éxito es controlar y aterrorizar a una pequeña oficina". En cualquier caso, si leyendo la lista descubres que eres un psicópata, no es grave. Te va a dar igual porque como recuerda Ronson, los psicópatas no tienen remordimientos ni sentido de la culpabilidad.
"Debería revisarse el manual de trastornos mentales"
Ronson aprende de Hare a descubrir a estos psicópatas y, armado con su nueva habilidad de cazador de locos, se adentra por los pasillos del poder y comienza a especular y a poner en solfa la salud mental de amigos y conocidos para concluir que, o todos estamos un poco locos, o las definiciones sobre la locura deberían revisarse. El autor está convencido de que, cada vez más, los expertos tienden a diagnosticar trastornos psicológicos con mayor ligereza. "El DSM, –el manual de trastornos mentales que se usa en psiquiatría–, engorda con cada nueva edición. A veces creo que no van a descansar hasta que no hayan tipificado todos los comportamientos humanos. También creo que la locura puede ser un motor más poderoso que la racionalidad en nuestra vidas", continúa explicando el autor británico.
Motivo por el que no cree que el DSM deba ser tan exhaustivo. Explica que cuando los expertos preparaban la nueva edición del DSM pretendían hacer una revisión, pero la realidad es que han añadido más trastornos. "Querían eliminar algunos, como el Síndrome de Asperger (una forma muy suave de autismo), el trastorno bipolar infantil, que no hay ninguna prueba de que exista... Pero quieren incluir la timidez y la ingesta compulsiva de comida como trastornos mentales, así que no parece que estén haciendo un buen trabajo de revisión", opina.
En el libro queda claro que hay una línea muy fina entre la salud mental, la locura y la simple excentricidad. "A menudo la diferencia estriba en lo que decida el psicólogo. Por más que intentes que la psicología se asemeje a la medicina, no es igual. Están decidiendo ahora si la timidez es un trastorno mental.... ¡Hay una comisión en Estados Unidos tomando esta decisión!", exclama estupefacto. Ronson aclara que su intención dista mucho de dar a entender que los trastornos mentales sean una invención de los psicólogos: "es obvio que existen y me fastidia mucho cuando alguien lo niega, pero como todo en este mundo, no hay blanco o negro", asevera el periodista británico, que concluye lamentando que el tipo de locura que mueve el mundo sea la psicopatía porque el sistema capitalista la premia
EL TEST DE HARE, CLAVE PARA SU DIAGNÓSTICO
Jon Ronson opina que el capitalismo se está convirtiendo en una forma de psicopatía. (Corbis)
La estadística demuestra que el 4% de los líderes empresariales son psicópatas, lo que se traduce en que este trastorno de la personalidad es cuatro veces más frecuente en las altas esferas. "Esto demuestra que el capitalismo se está convirtiendo, poco a poco, en una forma de psicopatía". El periodista británico Jon Ronson, conocido por sus trabajos de investigación en el periódico The Guardian pero sobre todo por su libro Los hombres que miraban fijamente a las cabras –adaptado al cine en 2009 por George Clooney–, vuelve a cobrar protagonismo poniendo en tela de juicio la salud mental de los políticos y directivos de grandes empresas en su quinto libro.
¿Es usted un psicópata? (Ediciones B) relata la historia de un preso que supuestamente fingió una enfermedad mental para obtener una sentencia más leve, pero que sigue ingresado en un penal psiquiátrico porque ningún médico cree que esté cuerdo. Fingir una enfermedad y que te crean dificulta sobremanera volver a convencer de que se está cuerdo. "El que finge estar loco acaba obsesionado con dejar de parecerlo: no sentarse como un loco, no reírse como un loco... Por lo que acaba volviéndose loco de verdad", asegura el autor a El Confidencial.
Ronson explica que la historia personal de una amiga le impulsó a profundizar en el tema de la locura y por ende a escribir el libro. Mary se casó con un hombre que había conocido por internet y le dijo que trabajaba para la CIA. Tras siete años de matrimonio, Mary descubrió que cuando le decía que estaba en una misión secreta en Palestina, realmente estaba dos calles más abajo liado con su vecina. Y es que el psicópata es el mejor mentiroso porque no hay nada que le detenga. "No tiene remordimientos, no siente empatía, no se siente avergonzado... Así que no tiene ninguna razón para ser buena persona". Recuerda que cuando estaba investigando su historia habló con un psiquiatra que fue el primero en revelarle que las altas esferas están llenas de personas con estos rasgos, que son los causantes de la situación actual del mundo. "Y la mera sugerencia de que un trastorno mental sea tan poderoso y pueda causar este desastre mundial me fascinó", reconoce.
El test de Hare, clave para diagnosticar la psicopatía
Decidió entonces ahondar un poco más en el tema y ver qué hay de cierto y qué de mera especulación en la diagnosis de locura que tan felizmente se prescribe en el mundo entero. Un golpe de suerte le llevó a conocer a Rober Hare, un prestigioso psicólogo criminal que desarrolló el test estándar que diagnostica la psicopatía. La escala de evaluación incluye criterios como "locuacidad o encanto superficial", "concepto elevado de la propia valía", "mentiras patológicas", "ausencia de sentimiento de culpa" o "incapacidad para aceptar la responsabilidad de los propios actos".
La lista de Hare desvela las 20 características que comparten los psicópatas con aspectos como crueldad y falta de empatía, capacidad de engaño y manipulación, ausencia de remordimientos y sentimientos de culpa. Hare y Ronson llegan a la conclusión de que, si se les aplicara este test, muchas de las personas que ocupan puestos de responsabilidad en las altas esferas del poder político y económico serían consideradas psicópatas. El test también incluye las "instrucciones de uso": dos puntos por cada rasgo de la personalidad claro, un punto si sólo lo cumple a medias. "A partir de 29 ó 30 puntos, casi seguro que eres un psicópata. Por debajo de eso, puedes ser una mala persona pero no necesariamente un psicópata", especifica Ronson.
"Existe gente enferma que lleva algunos de los puntos al extremo, psicópatas moderados o mediocres, ese jefe cruel y despectivo, ese marido promiscuo y manipulador", asegura Ronson antes de precisar que "los psicópatas buscan el éxito, pero no necesariamente llegar a ser un magnate. Para muchos el éxito es controlar y aterrorizar a una pequeña oficina". En cualquier caso, si leyendo la lista descubres que eres un psicópata, no es grave. Te va a dar igual porque como recuerda Ronson, los psicópatas no tienen remordimientos ni sentido de la culpabilidad.
"Debería revisarse el manual de trastornos mentales"
Ronson aprende de Hare a descubrir a estos psicópatas y, armado con su nueva habilidad de cazador de locos, se adentra por los pasillos del poder y comienza a especular y a poner en solfa la salud mental de amigos y conocidos para concluir que, o todos estamos un poco locos, o las definiciones sobre la locura deberían revisarse. El autor está convencido de que, cada vez más, los expertos tienden a diagnosticar trastornos psicológicos con mayor ligereza. "El DSM, –el manual de trastornos mentales que se usa en psiquiatría–, engorda con cada nueva edición. A veces creo que no van a descansar hasta que no hayan tipificado todos los comportamientos humanos. También creo que la locura puede ser un motor más poderoso que la racionalidad en nuestra vidas", continúa explicando el autor británico.
Motivo por el que no cree que el DSM deba ser tan exhaustivo. Explica que cuando los expertos preparaban la nueva edición del DSM pretendían hacer una revisión, pero la realidad es que han añadido más trastornos. "Querían eliminar algunos, como el Síndrome de Asperger (una forma muy suave de autismo), el trastorno bipolar infantil, que no hay ninguna prueba de que exista... Pero quieren incluir la timidez y la ingesta compulsiva de comida como trastornos mentales, así que no parece que estén haciendo un buen trabajo de revisión", opina.
En el libro queda claro que hay una línea muy fina entre la salud mental, la locura y la simple excentricidad. "A menudo la diferencia estriba en lo que decida el psicólogo. Por más que intentes que la psicología se asemeje a la medicina, no es igual. Están decidiendo ahora si la timidez es un trastorno mental.... ¡Hay una comisión en Estados Unidos tomando esta decisión!", exclama estupefacto. Ronson aclara que su intención dista mucho de dar a entender que los trastornos mentales sean una invención de los psicólogos: "es obvio que existen y me fastidia mucho cuando alguien lo niega, pero como todo en este mundo, no hay blanco o negro", asevera el periodista británico, que concluye lamentando que el tipo de locura que mueve el mundo sea la psicopatía porque el sistema capitalista la premia
miércoles, 30 de mayo de 2012
"No te pago por pensar": los errores habituales de los jefes
Iván Gil28/05/2012
El espíritu emprendedor suele ser una cualidad imprescindible para triunfar como empresario, pero no es suficiente. Para coordinar a un grupo de empleados o colaboradores y sacarle el máximo rendimiento a su trabajo se necesitan otra serie de cualidades relacionadas con la psicología organizacional que no se suelen aprender en las escuelas de negocios.
La línea entre el éxito y el fracaso empresarial suele ser tan estrecha que los errores insignificantes se pueden convertir en la antesala de un malogrado proyecto. Para evitar estas situaciones hay que tener en cuenta ciertos impulsos, comentarios y conductas con un efecto imperceptible en un primer momento, pero que si se repiten constantemente acaban teniendo un impacto determinante en la organización, dañando el clima de trabajo y minando la capacidad productiva del equipo. El primer paso para ser un buen jefe es saber lo que no se debe decir ni hacer, como se explica en el siguiente decálogo, donde se recogen los errores más frecuentes.
“No me vengas con problemas: tráeme soluciones”
Un jefe debe favorecer las condiciones adecuadas para que sus trabajadores realicen correctamente su labor, aunque sin dejar de animarlos para que resuelvan los problemas por sí mismos. Utilizar sistemáticamente respuestas como “deja de quejarte y haz tu trabajo” provocan que el trabajador se sienta poco valorado, lo que afectará a su productividad en la empresa.
Incumplir las promesas
A la hora de motivar a un equipo con incentivos se debe tener la certeza de poder cumplir lo prometido. Este tipo de estrategias son muy recurrentes entre los jefes para obtener beneficios adicionales de sus empleados pero, si bien logran su cometido en un principio, al incumplir las promesas se desgasta la relación laboral creando un sentimiento de frustración y desengaño entre el equipo.
“Lo tendré en cuenta”
Los jefes deben ser directos y evitar los eufemismos del tipo “ya valoraré si considero tu opinión”. No es de recibo intentar deshacerse diplomáticamente de una solicitud o propuesta porque creará confusión y no contribuirá a la solución de problemas. Lo mejor es decir lo que realmente se piensa, sea positivo o negativo, para evitar dar la sensación de que no interesan las propuestas de los trabajadores por sistema.
Hacer comparaciones entre los trabajadores
Se dice que las comparaciones son odiosas, pero cuando se hacen entre dos trabajadores de un mismo equipo se multiplican sus efectos negativos. Su doble impacto se debe a que esta actitud desmoraliza tanto al humillado como a los testigos. Además, las alabanzas a un empleado pueden despertar suspicacias entre sus compañeros y enrarecer el clima laboral.
“No te pago por pensar”
Un jefe que maneja a su equipo bajo el concepto de “te pago para que hagas lo que ordeno y nada más” creará una fuerte desmoralización entre el grupo. Al mismo tiempo, se desaprovecharán las capacidades de los mejores trabajadores que verán como ese empleo no cubre sus expectativas laborales. Este tipo de frases también ponen al descubierto que el jefe se siente inferior a sus trabajadores.
Desconfiar por sistema de los subordinados
Aunque esta actitud puede estar completamente justificada, puede tener efectos negativos sobre los empleados si estos sienten un control excesivo sobre ellos. La sensación producida es que son incapaces de hacer solos su trabajo. Esta situación coartará la iniciativa de los empleados y el trabajo en equipo perderá todo su sentido.
Apropiarse de los méritos de los empleados
Cuando se solicitan ideas e iniciativas a los trabajadores se debe reconocer su autoría, en lugar de apropiarse de ellas. Las actitudes de los jefes deben encaminarse a facilitar el mejor desempeño profesional entre su equipo, por lo que se deberán evitar los engaños. Tarde o temprano, todo se acaba sabiendo y los jefes que hayan ascendido a base de copiar ideas a los demás, crearán una burbuja que pronto se acabará desinflando.
“Deja todo lo que estés haciendo y ponte con esto ahora mismo”
Existen ciertas circunstancias en las que surgen urgencias y se hace comprensible un repentino cambio de planes, pero cuando esto se convierte en una tónica diaria perderá su sentido. Este tipo de indicaciones son el reflejo de una inadecuada planificación de las tareas, que entorpecerá el trabajo del grupo y provocará más retrasos.
Hacer gala de tu posición de poder cuando no sea estrictamente necesario
El excesivo culto al ego puede resultar lesivo para los subordinados, afectando a su dignidad personal y profesional. La arrogancia y la exhibición de privilegios sólo acabarán por minar el respeto hacia el jefe, reduciendo su capacidad de coordinación y mando.
Estar irritado permanentemente
La incapacidad para entablar una relación cordial con los trabajadores los bloquea y provoca que disminuya su concentración. La irritación permanente va en contra de algunas de las cualidades más preciadas en un jefe, como plantar cara a las adversidades, mantener el autocontrol y ser receptivo
El espíritu emprendedor suele ser una cualidad imprescindible para triunfar como empresario, pero no es suficiente. Para coordinar a un grupo de empleados o colaboradores y sacarle el máximo rendimiento a su trabajo se necesitan otra serie de cualidades relacionadas con la psicología organizacional que no se suelen aprender en las escuelas de negocios.
La línea entre el éxito y el fracaso empresarial suele ser tan estrecha que los errores insignificantes se pueden convertir en la antesala de un malogrado proyecto. Para evitar estas situaciones hay que tener en cuenta ciertos impulsos, comentarios y conductas con un efecto imperceptible en un primer momento, pero que si se repiten constantemente acaban teniendo un impacto determinante en la organización, dañando el clima de trabajo y minando la capacidad productiva del equipo. El primer paso para ser un buen jefe es saber lo que no se debe decir ni hacer, como se explica en el siguiente decálogo, donde se recogen los errores más frecuentes.
“No me vengas con problemas: tráeme soluciones”
Un jefe debe favorecer las condiciones adecuadas para que sus trabajadores realicen correctamente su labor, aunque sin dejar de animarlos para que resuelvan los problemas por sí mismos. Utilizar sistemáticamente respuestas como “deja de quejarte y haz tu trabajo” provocan que el trabajador se sienta poco valorado, lo que afectará a su productividad en la empresa.
Incumplir las promesas
A la hora de motivar a un equipo con incentivos se debe tener la certeza de poder cumplir lo prometido. Este tipo de estrategias son muy recurrentes entre los jefes para obtener beneficios adicionales de sus empleados pero, si bien logran su cometido en un principio, al incumplir las promesas se desgasta la relación laboral creando un sentimiento de frustración y desengaño entre el equipo.
“Lo tendré en cuenta”
Los jefes deben ser directos y evitar los eufemismos del tipo “ya valoraré si considero tu opinión”. No es de recibo intentar deshacerse diplomáticamente de una solicitud o propuesta porque creará confusión y no contribuirá a la solución de problemas. Lo mejor es decir lo que realmente se piensa, sea positivo o negativo, para evitar dar la sensación de que no interesan las propuestas de los trabajadores por sistema.
Hacer comparaciones entre los trabajadores
Se dice que las comparaciones son odiosas, pero cuando se hacen entre dos trabajadores de un mismo equipo se multiplican sus efectos negativos. Su doble impacto se debe a que esta actitud desmoraliza tanto al humillado como a los testigos. Además, las alabanzas a un empleado pueden despertar suspicacias entre sus compañeros y enrarecer el clima laboral.
“No te pago por pensar”
Un jefe que maneja a su equipo bajo el concepto de “te pago para que hagas lo que ordeno y nada más” creará una fuerte desmoralización entre el grupo. Al mismo tiempo, se desaprovecharán las capacidades de los mejores trabajadores que verán como ese empleo no cubre sus expectativas laborales. Este tipo de frases también ponen al descubierto que el jefe se siente inferior a sus trabajadores.
Desconfiar por sistema de los subordinados
Aunque esta actitud puede estar completamente justificada, puede tener efectos negativos sobre los empleados si estos sienten un control excesivo sobre ellos. La sensación producida es que son incapaces de hacer solos su trabajo. Esta situación coartará la iniciativa de los empleados y el trabajo en equipo perderá todo su sentido.
Apropiarse de los méritos de los empleados
Cuando se solicitan ideas e iniciativas a los trabajadores se debe reconocer su autoría, en lugar de apropiarse de ellas. Las actitudes de los jefes deben encaminarse a facilitar el mejor desempeño profesional entre su equipo, por lo que se deberán evitar los engaños. Tarde o temprano, todo se acaba sabiendo y los jefes que hayan ascendido a base de copiar ideas a los demás, crearán una burbuja que pronto se acabará desinflando.
“Deja todo lo que estés haciendo y ponte con esto ahora mismo”
Existen ciertas circunstancias en las que surgen urgencias y se hace comprensible un repentino cambio de planes, pero cuando esto se convierte en una tónica diaria perderá su sentido. Este tipo de indicaciones son el reflejo de una inadecuada planificación de las tareas, que entorpecerá el trabajo del grupo y provocará más retrasos.
Hacer gala de tu posición de poder cuando no sea estrictamente necesario
El excesivo culto al ego puede resultar lesivo para los subordinados, afectando a su dignidad personal y profesional. La arrogancia y la exhibición de privilegios sólo acabarán por minar el respeto hacia el jefe, reduciendo su capacidad de coordinación y mando.
Estar irritado permanentemente
La incapacidad para entablar una relación cordial con los trabajadores los bloquea y provoca que disminuya su concentración. La irritación permanente va en contra de algunas de las cualidades más preciadas en un jefe, como plantar cara a las adversidades, mantener el autocontrol y ser receptivo
lunes, 28 de mayo de 2012
Sobre empresas camaleones y organizaciones dinosaurio
Artículo publicado por PEPE CEREZO, en el diario elconfidencial (28/05/12)
Las empresas y los profesionales que no sepan entender y adaptarse al nuevo entorno es más que probable que desaparezcan o que se conviertan en irrelevantes en un breve espacio de tiempo
Ya lo dijo Darwin: “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”. Se suele utilizar al camaleón como ejemplo para ilustrar la teoría de la evolución, sin objeción, uno de los seres vivos más peculiares sobre la faz de la tierra. Aunque los fósiles de camaleón más antiguos encontrados datan de hacen 26 millones de años, se cree que éstos ya existían en el Paleoceno, aproximadamente hace la friolera de 55 millones años. El camaleón es, sin duda, un animal que ha sabido adaptarse a los cambios a lo largo de miles de años gracias, entre otras cosas, a su conocida capacidad para cambiar de color y mimetizarse con el entorno. Ante los estímulos externos (datos) que recibe a través de sus ojos el cerebro del camaleón envía señales a sus células y, por su capacidad para cambiar de color, su piel adquiere tonalidades diferentes.
No menos recurrente es utilizar la extinción de los dinosaurios como la otra cara de la moneda de la selección natural. Ya fuera por el impacto de un meteorito o por los efectos de la glaciación, lo cierto es que la incapacidad de adaptación de los dinosaurios al cambio del entorno significó su desaparición. Se habrán dado cuenta de que no hemos cambiado de temática para pasarnos a la zoología, sino que seguimos hablando, como viene siendo habitual en este espacio de empresas y profesionales, del impacto de lo digital.
Dinosaurios y camaleones son un buen símil para describir la situación y posición actual de gran parte de las empresas y directivos. Aquéllos que como el camaleón son más aptos para adaptarse al cambio sobrevivirán, mientras que las empresas y profesionales que tengan el perfil del ‘dinosaurio’ se verán abocados a la extinción. Muchas empresas en un intento por adecuarse al cambio suelen adoptar medidas de impacto, por ejemplo integrar ‘camaleones digitales’ como una vía rápida para adquirir talento. En muchas ocasiones como la experiencia demuestra estas medidas de choque sirven de poco si no van acompañadas de un liderazgo por parte de la dirección, orientado a un cambio interno de organización, de procesos, etc., de no ser así, son pocos efectivas.
La observación de la naturaleza siempre ofrece importantes lecciones. La más evidente es poner en situación el espacio temporal. En el mundo digital todo transcurre a gran velocidad, lo que a veces nos impide ver con la perspectiva necesaria. Apenas se han cumplido 15 años desde el nacimiento de la WWW, esto no ha hecho más que empezar. Pero no menos cierto es que ya se puede intuir la magnitud de los cambios que nos esperan. Aún en tiempos de gran incertidumbre como los que vivimos, se empiezan a vislumbrar algunas certezas. Aunque pueda resultar algo taxativo se puede asegurar que las empresas y los profesionales que no sepan entender y adaptarse al nuevo entorno es más que probable que desaparezcan o que se conviertan en irrelevantes en un breve espacio de tiempo.
Evidentemente, el proceso de adaptación no es sencillo ni inmediato. Las organizaciones no pueden cambiar de un día para otro ya que, al estar sometidos a la inercia, la incertidumbre, el contexto económico etc., es difícil la toma de decisiones arriesgadas. Lo mismo puede aplicarse a los profesionales. No cabe duda de que los camaleones “nativos digitales” parten con ventaja y todo “inmigrante digital” conserva algún resto de su etapa dinosáurica y, aunque el cambio es complejo, no es imposible y, como ya hemos comentado en muchas ocasiones, se trata más de una cuestión de actitud que de aptitud.
Las empresas y los profesionales que no sepan entender y adaptarse al nuevo entorno es más que probable que desaparezcan o que se conviertan en irrelevantes en un breve espacio de tiempo
Ya lo dijo Darwin: “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”. Se suele utilizar al camaleón como ejemplo para ilustrar la teoría de la evolución, sin objeción, uno de los seres vivos más peculiares sobre la faz de la tierra. Aunque los fósiles de camaleón más antiguos encontrados datan de hacen 26 millones de años, se cree que éstos ya existían en el Paleoceno, aproximadamente hace la friolera de 55 millones años. El camaleón es, sin duda, un animal que ha sabido adaptarse a los cambios a lo largo de miles de años gracias, entre otras cosas, a su conocida capacidad para cambiar de color y mimetizarse con el entorno. Ante los estímulos externos (datos) que recibe a través de sus ojos el cerebro del camaleón envía señales a sus células y, por su capacidad para cambiar de color, su piel adquiere tonalidades diferentes.
No menos recurrente es utilizar la extinción de los dinosaurios como la otra cara de la moneda de la selección natural. Ya fuera por el impacto de un meteorito o por los efectos de la glaciación, lo cierto es que la incapacidad de adaptación de los dinosaurios al cambio del entorno significó su desaparición. Se habrán dado cuenta de que no hemos cambiado de temática para pasarnos a la zoología, sino que seguimos hablando, como viene siendo habitual en este espacio de empresas y profesionales, del impacto de lo digital.
Dinosaurios y camaleones son un buen símil para describir la situación y posición actual de gran parte de las empresas y directivos. Aquéllos que como el camaleón son más aptos para adaptarse al cambio sobrevivirán, mientras que las empresas y profesionales que tengan el perfil del ‘dinosaurio’ se verán abocados a la extinción. Muchas empresas en un intento por adecuarse al cambio suelen adoptar medidas de impacto, por ejemplo integrar ‘camaleones digitales’ como una vía rápida para adquirir talento. En muchas ocasiones como la experiencia demuestra estas medidas de choque sirven de poco si no van acompañadas de un liderazgo por parte de la dirección, orientado a un cambio interno de organización, de procesos, etc., de no ser así, son pocos efectivas.
La observación de la naturaleza siempre ofrece importantes lecciones. La más evidente es poner en situación el espacio temporal. En el mundo digital todo transcurre a gran velocidad, lo que a veces nos impide ver con la perspectiva necesaria. Apenas se han cumplido 15 años desde el nacimiento de la WWW, esto no ha hecho más que empezar. Pero no menos cierto es que ya se puede intuir la magnitud de los cambios que nos esperan. Aún en tiempos de gran incertidumbre como los que vivimos, se empiezan a vislumbrar algunas certezas. Aunque pueda resultar algo taxativo se puede asegurar que las empresas y los profesionales que no sepan entender y adaptarse al nuevo entorno es más que probable que desaparezcan o que se conviertan en irrelevantes en un breve espacio de tiempo.
Evidentemente, el proceso de adaptación no es sencillo ni inmediato. Las organizaciones no pueden cambiar de un día para otro ya que, al estar sometidos a la inercia, la incertidumbre, el contexto económico etc., es difícil la toma de decisiones arriesgadas. Lo mismo puede aplicarse a los profesionales. No cabe duda de que los camaleones “nativos digitales” parten con ventaja y todo “inmigrante digital” conserva algún resto de su etapa dinosáurica y, aunque el cambio es complejo, no es imposible y, como ya hemos comentado en muchas ocasiones, se trata más de una cuestión de actitud que de aptitud.
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