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martes, 11 de junio de 2013

Los 7 tipos de compañeros de trabajo más nocivos para tu salud y para tu vida

ESTAN POR TODAS PARTES, Y SON TÓXICOS






Los 7 tipos de compañeros de trabajo más nocivos para tu salud y para tu vida

La fauna que se puede encontrar en el ecosistema laboral es muy amplia y variada. Existen diversas tipologías de empleados relacionadas con una mayor pérdida de productividad y potencialmente dañinos para la atmósfera laboral entre el resto de compañeros. A menudo, debemos trabajar en grupo con ellos, por lo que saber identificarlos de antemano nos permitirá tomar una serie de precauciones previas para aminorar su influencia negativa.
Algunos de los compañeros de trabajo más “tóxicos” para el ambiente laboral, son los típicos “criticones”, los “trepas” o los “cabezones”, pero por desgracia, la lista no se limita solo a ellos. Estas son algunas de las personalidades de los compañeros de trabajo más incómodos para los demás.

Victimistas
“En España nos quejamos más que hacemos”, se suele oír a menudo. Y es que según insiste la psicología laboral, existen verdaderos profesionales del victimismo. Seguro que todos hemos caído alguna vez en estas actitudes. Todo lo que nos rodea es negativo, todo se mueve en nuestra contra, y resulta que nosotros no tenemos absolutamente ninguna responsabilidad en lo que está sucediendo, somos inocentes. Sin embargo, lo que verdaderamente distingue al victimista es que nunca hace nada para cambiar la realidad y se limita a buscar que los demás empaticen con él por la cruz que les ha tocado llevar.

Cabreados crónicos
Si día tras día te cruzas con un compañero de trabajo que no te devuelve el saludo, entonces ten claro que estás ante un cabreado crónico. Se destacan por no mantener relaciones con los demás, dar la sensación de estar muy ocupados desde el primer momento en el que pisan la oficina, no brindar nunca una sonrisa y alardear de sus malas formas.
Menos habituales que los victimistas, pero igualmente presentes en todo tipo de empresas, estos compañeros de trabajo dejan de ser tóxicos para los demás cuando nos resignamos a asumir que su negativa actitud es consustancial a su forma de ser. De este modo, podremos relativizar su malhumor y crear una cortina de humo para que no contagie negativamente el clima laboral.

Desganados
Nunca duermen bien, siempre les duele la cabeza y, lo que es peor, siempre se sienten molestos cuando se requiere de su ayuda, sin importar que sea el jefe o sus compañeros. Su estado anímico es una constante entre el sufrimiento por las pocas ganas de enfrentarse al trabajo diario y la frialdad. La desgana es una de las actitudes más contagiosas y que pueden convertirse en un pernicioso freno para el trabajo en grupo. Al fin y al cabo, los desganados suelen privilegiar sus propios intereses ante los del resto del grupo o de la empresa en general.

Manipuladores
Suelen ser los más inteligentes, a la par que peligrosos. El Príncipe de Maquiavelo es su libro de cabecera y su capacidad para engañar a los demás en beneficio propio, utilizando siempre para ello medias verdades, no conoce límites. El resto de compañeros de trabajo solo son un medio para alcanzar sus objetivos particulares. Carecen de escrúpulos y con tal de ascender no dudan en traicionar a quien sea. Son expertos en el arte de seducir y la oratoria es su fuerte. Ante este tipo de compañeros de trabajo solo nos queda detectar su presencia, intentar conocerlos cada vez mejor y practicar nuestras habilidades para no dejarnos influir.

Criticones
Son un clásico en cualquier tipo de empresa. No importa la cuestión sobre la que se debata ni los argumentos empleados, ellos siempre estarán ahí para criticar y exagerar la parte negativa de todo, creyéndose además que son dueños de la verdad absoluta. Se destacan por ser unos eternos insatisfechos, nada les vale ni les hace felices, por lo que suelen rebajar el optimismo y el positivismo de quienes los rodean.
Una de sus máximas es sacar a relucir los defectos de los demás, aunque generalmente cuando no están presentes. Una estrategia de desprestigio de los compañeros que, según los psicólogos, utilizan en realidad para camuflar su falta de seguridad en sí mismos y en la tarea que desempeñan.


Trepas
Su individualismo y competitividad no tiene límites. Siempre están atentos para adueñarse de los méritos de los demás a ojos de sus superiores. Nunca dejan pasar por delante una buena oportunidad, aunque para ello tenga pisotear a los compañeros, de quienes suelen informar sobre sus errores y debilidades para dar la sensación a los jefes de que son mucho mejores que los demás.
Su capacidad para estar siempre al lado de quien más les conviene es muy alta, y siempre están ahí para lo que el jefe necesite, sin ningún tipo de miramiento hacia quien puedan perjudicar por ello. En definitiva, son unos maestros a la hora de echar la culpa a los demás y sacar el mayor rédito posible de los errores ajenos.

Cotillas
Son los encargados de hacer circular los rumores sobre la vida personal de los demás. Aunque no tengan demasiados detalles sobre lo que cuentan, suelen rellenar los vacíos con informaciones inventadas. Cuando obtienen algún chisme sobre los demás, corren a contarlo al primero que se encuentren por delante de manera casi impulsiva.

A la larga acaban contribuyendo a generar distintos bandos dentro de la empresa, para poder sentirse respaldados a la hora de criticar a los compañeros del otro “grupillo”. El ambiente laboral que generan es tremendamente negativo para el funcionamiento general de la empresa, pues generar un clima de desconfianza mutuo muy dañino.

domingo, 2 de junio de 2013

La fuerza de las ideas: por qué algunas personas triunfan cuando les dicen que fracasarán



 La fuerza de las ideas: por qué algunas personas triunfan cuando les dicen que fracasarán

Despues de un tiempo inactivo vuelvo con este articulo, que me parece interesante, del Dr. Mario Alonso Puig-

¿Cómo es posible que haya seres humanos que triunfen cuando todas las personas a las que consultan les dicen que fracasarán? ¿Por qué JK Rowling, que no tenía ninguna experiencia literaria, no tiró la toalla cuando varias editoriales le dijeron que su libro Harry Potter nunca tendría éxito? ¿Por qué John Lennon y Paul McCartney no abandonaron su sueño de ser músicos cuando la profesora de música les dijo que no tenían ningún talento musical? ¿Qué hizo que Thomas Alva Edison no se hundiera cuando el director del colegio le dijo a su madre que aquel niño no tenía suficiente cerebro como para poder seguir unos estudios primarios? ¿Qué evitó que Walt Disney dejara el dibujo cuando fue despedido de un periódico por su aparente falta de imaginación? ¿Por qué Michael Jordan no olvidó su amor por el deporte cuando se le sacó del equipo de baloncesto?
La respuesta a todas estas preguntas creo que es fácil de intuir: todos ellos tenían un sentimiento de certeza acerca de su propio valor. Para ellos, este sentimiento pesaba mucho más que las opiniones de los supuestos “expertos”. En todas estas personas que transformaron el campo en el que actuaron, existía una fuerza interior que de alguna forma les susurraba: “Tú vales mucho, aunque los demás sean incapaces de darse cuenta de ello”.
Si nos damos cuenta, estas personas de las que hemos hablado, no sólo mejoraron ciertas cosas, sino que las revolucionaron. Tal vez por eso encontraron tanta resistencia a sus ideas. A JK Rowling le dijeron que a los niños no les interesaban los cuentos largos. Ella escribió un libro que enamoró por igual a niños y a mayores. John y Paul dieron al mundo una música que todavía nos conmueve. Thomas Alva Edison no mejoró el tipo de iluminación que había, sino que la llevó a otro nivel. Walt Disney no hizo simples dibujos, sino que transformó por completo el mundo de la animación. Michael Jordan no se convirtió en un jugador muy bueno, sino en un jugador único.

El Fosbury Flop
Esto me recuerda cuando a Richard Douglas Fosbury, un joven atleta norteamericano que era estudiante en la universidad de Oregon, le preguntaron si estaba entrenándose para mejorar el salto de altura. Él contestó que su objetivo no era mejorarlo, sino transformarlo. Fosbury empezó a experimentar con la nueva técnica, luego llamada Fosbury Flop, cuando tenía 16 años, pues encontraba demasiado difíciles los estilos que entonces se utilizaban para ejecutar el salto. En los Juegos Olímpicos de México, mucha gente que no lo había visto antes se sorprendió al ver la técnica que Fosbury utilizaba, y que le llevó a ganar la medalla de oro, estableciendo un récord olímpico con 2.24 m, la mejor marca mundial del año.
Cambiar un paradigma, una forma de ver las cosas, nunca ha sido algo fácil, especialmente cuando todo el mundo se ha acostumbrado a ver las cosas de una cierta manera y a esperar no lo que es posible, sino lo que les parece razonable.
El éxito es el resultado de un número incontable de horas de búsqueda, mejora y perfeccionamientoLa fuerza de las ideas depende de su capacidad para transformamos en el proceso de hacerlas realidad. Por eso, lo importante no es el sueño en sí, sino lo que el sueño es capaz de hacer en nosotros. Todas las personas que han revolucionado la ciencia, la técnica, el pensamiento, las artes o el deporte, han tenido que desplegar su potencial para plasmar su idea en algo que mejoraba claramente lo existente. Todos ellos fueron capaces de abrir una ventana, donde el resto únicamente veía muros. Ellos crearon en sus mentes la posibilidad de algo que a nadie más o a muy pocos se les había pasado por la cabeza. Es cuando nos enamoramos del alcance que vemos en eso que ahora sólo es una posibilidad, cuando somos capaces de poner toda la pasión, toda la determinación y toda la paciencia que son necesarias para plasmar un sueño en una gran realidad.
Decía Goethe: “Cualquier cosa que crees que puedes hacer, o sueñas que puedes hacer, ponla en marcha. La audacia tiene genio, poder y magia”.
El éxito es el resultado de un número incontable de horas de búsqueda, mejora y perfeccionamiento. Todo el mundo quiere experimentar “las mieles del éxito”, pero muy pocas personas tienen la confianza necesaria y están dispuestas a pagar el precio que hay que pagar para llegar a disfrutar de ellas.